miércoles, 19 de febrero de 2014

Buenas prácticas para diseñar espacios accesibles

Teniendo en cuenta las cualidades y habilidades de las personas con discapacidad del espectro cognitivo (PDI y C) para que la accesibilidad cognitiva no siga manteniendo un vacío normativo, se deben cumplir de pleno derecho unos requisitos espaciales. Si se cumplen,  la Aprehensión cognitiva estará en igualdad de condiciones a la física y a la sensorial (Requisitos DALCO).

Antes de entrar en el tema principal, voy a definir la  Aprehensión cognitiva como "la disposición, al alcance de todas las personas que se desenvuelven con autonomía (en el entorno, las infraestructuras y los servicios) de los espacios de uso público (propiedad pública y privada), los objetos y los servicios. Deben diseñarse de forma comprensible y al alcance de sus capacidades y cualidades cognitivas.
 
 

No es suficiente con  hacer un enunciado. Lo que hay que definir con claridad, son los conceptos. que deberían constituir un marco o guía para el diseño de buenas prácticas ambientales y arquitectónicas para todos -teniendo en cuenta el conjunto de cualidades que debe reunir un  entorno sin barreras-. Hay buenas prácticas que se apoyan en un lenguaje de dimensiones y distancias métricas: ancho, alto y profundidad.  Al establecerlas como normas de diseño, se orienta a quienes deben diseñar espacios accesibles, especialmente elementos de comunicación, de interacción o de servicio. Para éstas -buenas prácticas- habrá que utilizar otros parámetros, también dimensionales, pero sobre todo, de “buen criterio” y que se apoyan en la percepción y en la experiencia espacial, para sacar conclusiones válidas a partir de las cuales establecer normas, como lo son la longitud, el ancho y alto de un cuerpo espacial (foto wim-network.org imagesCAYQ1AKG).
 
Por su carácter, y porque equivalen o coinciden con facilidades o “accesibilidad”, considero que deberían denominarse principios universales y de diseño para la accesibilidad.
 
Rotura del efecto laberinto                                           
 
Dentro de los límites de este artículo, desarrollo muy sintéticamente el primero de ellos, que denomino rotura del efecto laberinto, un principio universal y de diseño de buenas prácticas. Lo defino como la organización de espacios ausente de dificultades que provoquen  confusión y desconcierto:
 
      Porque carecen de barreras para la orientación humana, ya que sus relaciones son claras, comprensibles e intuibles;
 
      Se facilita a primera vista la interpretación de los datos espaciales o relaciones espaciales,
 
      En caso necesario, hay suficientes elementos para desentrañar, de forma comprensible, las dificultades que pudieran provocar desorientación y desasosiego.
 
Si el diseño tiene en cuenta estas premisas y las convierte en buenas prácticas las personas que tengan capacidad para desplazarse de manera autónoma, podrán  movilizarse, relacionarse y comunicarse. Estas relaciones no sólo son funcionales, son formales y estéticas: el diseño debe aspirar a tener en cuenta todos los aspectos que contribuyan  a reducir las dificultades para el desplazamiento y la localización, que favorezcan o primen la orientación, una aptitud que permite mantener constante la localización de nuestro propio cuerpo en permanente interacción con los elementos humanos y materiales que nos rodean (desenvolvimiento espacial, movilidad y como resultado, la comunicación y la realización de actividades en el espacio).
 
Para la CIF (Clasificación Internacional del Funcionamiento, de la Discapacidad y de la Salud) las funciones mentales de la orientación están relacionadas con el conocimiento y permiten establecer la relación en que nos situamos con respecto a nosotros mismos, otras personas, al tiempo y a lo que nos rodea.  La capacidad humana de orientación, cuando no está alterada, permite superar dificultades a través de la posibilidad de reconocer e identificar referencias en el espacio, del conocimiento del camino y  de las direcciones que hay que tomar desde un origen a un destino. Si la persona tiene menos habilidades espaciales, puede desarrollar otras gracias a su capacidad de adaptación. Pero para eso se requieren soluciones que sean orientadoras, accesibles y facilitadoras.
 
Un espacio complejo puede ser claro y favorecer la orientación; 
Un espacio puede ser simple y confuso, favoreciendo la desorientación.
 
La claridad no viene dada  por “simplicidad o sencillez versus complejidad”, lo aportan las relaciones espaciales y formales, apoyadas en elementos o atributos que en cada caso se diseñen para romper las barreras que obstaculizan la comprensión y la orientación.
 
El espacio se lee y se experimenta, y para esto, hay que conocer sus medios de expresión, como se conoce un idioma hablado y escrito, que necesita de un sistema de comunicación común para poder ser comprendido por quienes lo comparten, sobre todo sabiendo que la complejidad es inevitable en determinados contextos espaciales.
 
Si estas relaciones se desarrollan comprensivamente, rompen el efecto laberinto, y facilitan   la movilidad y la autonomía personal.
 
Estas relaciones son topológicas, las primeras que aprenden los niños, por lo tanto conviene rescatar algunos conceptos para servirse de ellos y convertirlos en buenas prácticas del diseño.
 
Relaciones topológicas
 
Están vinculadas a la percepción y a la orientación espacial y son necesarias para comprender la sucesión de elementos en el espacio y las relaciones más complejas como las proyectivas y euclidianas. Son las siguientes y para romper el efecto laberinto son importantes las siguientes:
 
Orden, relación que guarda un conjunto respecto a un sistema de referencia (una fila)
Contigüidad o vecindad, relación de cercanía de elementos
Continuidad: relación en la que aparecen una sucesión constante de elementos (una misma serie)
Separación, relaciones comprensibles entre elementos dispersos
Interioridad, relaciones entre uno o más elementos que se encuentran en el interior de otro
 
¡Romper el efecto laberinto!
 
Delimitando zonas funcionales exteriores o lugares relacionados por continuidad y contigüidad guardando un orden comprensible, por vecindad o sucesión.
 
Delimitando zonas funcionales interiores o recintos, relacionadas por continuidad y contigüidad guardando un orden comprensible, por vecindad o sucesión.
 
Si forman parte de sistemas de seguridad,  como son las salidas de emergencia ambas relaciones deberían convertirse en noma, y si esto no es posible o razonable, establecer mediante relaciones comprensibles de orden (separación) para facilitar la orientación.
 
Centralizando espacios clave.
 
Facilitando los desplazamientos con elementos de diseño que actúen de apoyo o guía, teniendo en cuenta umbrales, límites o secuencias -marcadores- en medianas y grandes longitudes.
 
Resolviendo uno de los grandes problemas de los laberintos: las encrucijadas, que si no pueden ser evitadas deben resolverse sin desdoblamientos o redundancias, con llamadas comprensivas de atención para direccionar de forma intuitiva o si no es posible, colocando señales con significado muy claro y evidente.
 
 
 

domingo, 9 de febrero de 2014

Deporte, cualidades y empleo

Este artículo que incorporo hoy al blog, está escrito en el año 1997 (actualizado  hoy con un vocabulario más adecuado sobre discapacidad). Formaba parte del contenido del libro que se publicó en Quito, Ecuador, en 2003 gracias al Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD y se entregó ese año en el Congreso Interamericano de Discapacidad de Quito. Fue posible gracias al interés que demostró  por estos temas la Señora Aase Smedler, Representante Residente del Sistema de Naciones Unidas en Ecuador.
Mi trabajo en Ecuador dentro del Programa de Voluntarios de Naciones Unidas, dependiente del PNUD y de la Sra Aase Smedler, me permitió ya en ese momento y durante dos años, participar de Congresos sobre discapacidad en Quito y en Panamá.
Deporte, cualidades y empleo

En observaciones realizadas a lo largo de muchas horas durante las actividades compartidas entre personas con distintos tipos de discapacidad intelectual, pero movilidad perfectamente, normal se han podido apreciar muchos aspectos que ellos ocultan tras una apariencia o unas reacciones que los condicionan. Quienes hemos tenido la oportunidad de seguir sus movimientos en horas de gimnasia, natación y juegos de pelota hemos podido reflexionar sobre lo diferentes que son sus desplazamientos y movimientos cuando el espacio se amplia y todo su cuerpo se expande dentro de él.

En esos momentos, su cuerpos se adaptan y se conjugan con un espacio, amplio y que les sugiere actividad y movimientos. El espacio recupera para ellos su sentido etimológico : estadio, campo para correr.
Esta puede ser una forma diferente de valorar las relaciones de personas con discapacidad con los espacios laborales tradicionales, que son también los que dan calidad de vida. Muchos de ellos podrían llegar a ser buenos instructores de gimnasia, de juegos de pelota, de natación, de danza, si tuvieran la oportunidad de estar adecuadamente preparados, no solo para su diversión o ejercicio, sino como una capacitación para el empleo.
Personas que aportan su gran capacidad de relacionarse con niños y mayores que más que carreras y velocidades excesivas prefieren tranquilidad y  mucho afecto además de actividad física.
De los espacios de la psicomotricidad a los que se han adaptado y acostumbrado durante tantos años pueden pasar a otros similares en su estructura, pero con unas funciones muy concretas, deportivas, de baile y danza. Y porque no, también laborales: dando respuestas de calidad y de bienestar a través de una experiencia que se continúe, pero con una perspectiva práctica bien distinta a la de la psicomotricidad de su infancia y adolescencia, aunque igual por sus objetivos y resultados, durante la vida adulta.
La labor, que sería la de entrenador de grupos con exigencias vitales y afectivas especiales  -más que deportivas,  como niños, ancianos, aquellos que deben realizar rehabilitación por causa de accidentes con ejercicios mecánicos- podría ser cubierta perfectamente por una  persona que se ha formado en la psicomotricidad y conoce el espacio, los movimientos y sus límites por que esta ha sido su experiencia vivencial.

Las líneas o criterios con los que se debería actuar son esencialmente dos, el primero de los cuales debería ser la puesta a punto de los recursos humanos necesarios para la formación de estos entrenadores. El segundo, crear los espacios laborales en, o a partir de, instituciones interesadas en la experiencia. Como en cualquier tarea, la constancia de los entrenadores y de los entrenados es fundamental para conseguir resultados. Las personas deben ser entrenadas permanentemente; de esta constancia se pueden derivar buenos profesionales y buenos  momentos para todos.
El esquema de pasos a seguir sería el siguiente:
1) formación inicial de los “entrenadores de entrenadores" a partir de las estructuras metodológicas de psicomotricistas y profesores de gimnasia en centros deportivos.
2) formación de los entrenadores en una mecánica de trabajo muy concreta - planificación de tareas - Organización de un proceso a seguir con sus pacientes, alumnos, o compañeros.
3) La metodología debe ser abierta para realizar los ajustes necesarios que exija cada caso. Un monitor será el encargado del control de actividades y procesos.

Le corresponde a las asociaciones de personas con discapacidad y sus familias, a las escuelas, a los grupos de preparación para el empleo y deportivos ocuparse seriamente de este tema para llegar juntos a la meta.